SEMBLANZA, POESÍA Y NARRATIVA DE FERNANDO MARCH
SEMBLANZA,POESIA Y NARRATIVA DE FERNANDO MARCH
Continuando con la difusión de poesía y narrativa contemporánea, en esta ocasión presentamos los poemas y fragmentos narrativos del escritor y poeta Fernando March. Los presentes poemas forman parte de su libro "NOGALIA". Un libro que luego de terminar de leerlo, se le ha catalogado como el Génesis de la literatura nacional. Pues en ella se puede notar y contemplar imaginariamente la belleza infinita del origen de "NOGALIA". En el fragmento de su libro "Trovador menesteroso en la calle del Encanto" rinde homenaje a nuestro vate nacional Cesar Vallejo.
Invitamos a leer los siguientes poemas de Fernando March:
En el fragmento de su cuento "Paejú", se ve reflejado su estilo narrativo contemporáneo, no obstante obtuvo la segunda mención honrosa en la categoría cuentos, en el concurso de cuentos y poesía "Huauco de Oro - 2024".
POEMAS DE NOGALIA (2023)
PARTE 01: EL PRINCIPIO
NOGALIA Y YO:
COMO ERAMOS
EN EL PRINCIPIO EVITERNO
Quiero que vuelvas a mi Alma.
A refugiarte bajo mi cuerpo.
Como éramos, en el Principio: Uno solo.
Indivisibles, para siempre, en el tiempo.
Era, en ti, la orilla virgen
para las aguas de mi Verbo.
Estuarios de Vida, en tu vida,
para amarte y renovarte.
Luz indeclinable de mi SER constelando
la infinitud abisal de tu cuerpo.
Una sola Palabra mía bastaba
para saciarte.
Para mi Alma era tu voz,
como una esencia renacida.
Cristalina y feraz era tu boca,
deslizándose en mi albor evanescente.
Árida seroja de dolor: era tu piel,
como trigal de iridiscencias umbrías.
Bajo las eras mustias, de mi carne,
se anidó tu corazón adolescente.
Como estuoso arrebol de mis ansias
era el dorado vertimiento de tus senos.
Frescas olas: tus caricias, allegándose;
anudándose, a mi cuerpo.
Brezal erubescente de un solo amor
y lánguidos oreos eviternos.
Minúscula palabra, de mi boca,
reverberando la infinitud del silencio.
Ya en el reducto del olvido más erío
y más oscuro,
te elevé desde las sombras—con mis manos—,
hacia el albor infatigable de mis besos.
Y fuiste, para Mí, como la esencia
y el almíbar más puro.
Regajo de luz estival
para la flor de los cerezos.
Amanecí de pronto,
y eran distantes tus ojos.
Infinitamente lejanos, de mi SER,
como la mar del címero cielo.
Para mi Alma sólo existías,
en los légamos dorados del recuerdo.
Las espigas de tu carne aún dormían,
bajo el ámbar del crepúsculo sereno.
Aún eres aquella esencia desvalida
que mi Alma consagró, para lo Eterno.
Menuda y frágil, evanescencia de la Vida.
Aloe fragante que, del cielo, descendió para mi verso.
Aún soy Aquel que tanto amabas,
cuando tu cuerpo era en mi cuerpo.
Cuando tu voz y tu mirar
se disolvían entre las aguas.
Y era, en mis labios, el crisol
de tus erajes eternos.
Amándonos estamos desde las brumas
y el ESTIGIO inmemorial del olvido.
Desde las eras ignoradas del mundo.
En las cenizas humeantes del principio.
Y este amor aún perdura,
más allá de la carne y el alma.
Era viviente en mi vacío
y en mis silencios, infinitos.
En el alba de tus oleos eviternos
mi corazón ha de esperarte.
Lleno de la savia luminosa de los cielos
que mi Verbo consumó para tu carne.
en los Elíseos de los tiempos aluviales.
Vive y germina en los estuarios
de mi cuerpo,
anegada en los esteros, más secretos,
de mi sangre.
PARTE 02 :
SOBRE LA TIERRA Y LAS AGUAS
NOGALIA INFINITA
HIJA DE LA TIERRA Y DE LOS CIELOS
Desde el suave promontorio de tu pubis,
de frescos y oleantes racimos,
miro el horizonte boreal
de tu cuerpo, desmedido.
Más allá de una ondulante llanura
de maduro color de trigo,
viven dos montañas, anhelantes,
en esencias de nogal y de olivo.
Y veo tus estelas de ámbar,
extenderse,
desde Mí,
hacia lo lejos.
Dulce vertimiento de mi sangre.
Adelfa dorada de ensueño.
Y te siento, así, infinita.
Infundida en tu silencio.
El oasis de tu boca,
aún dormita,
más allá, de aquel remanso luminoso
de dorados clivajes eternos.
Tu corazón,
feliz, reposa,
bajo dos suaves colinas
de obsidiana e incienso.
Ávidos manantiales de mi Ser,
en tus senos, coagulan
el albumen feculoso
e inmaculado de los cielos.
Eres efluente, morena,
de mi carne, erubescida
en esencias
de arrebol y de leño.
Dulce regajo azul de mi Alma.
Albor de orilla radiante
para el oleaje feraz
de mi Verbo.
Cada vez, más distante, me deseas,
entre las mieses amorosas de tu sangre.
Encendidos oreos de mi boca,
aún discurren,
sobre la faz cenicienta y dolorosa
de tu cuerpo.
Y te amo,
en ofertorio de silencios
y luces de racimos
fragantes.
Árida, mía, de mi pena:
eres de estirpe sombría,
entre las hebras luminosas
que entretejen la tarde.
Detrás de tus senos, aún dormitan,
los fulgores remanentes de los días.
Y es que la noche adviene y se extiende,
como recién nacida de tu carne.
Nunca, como entonces, Acidalia de la greda,
te he sentido más mía.
Nunca, como entonces, tus esencias, en mi SER,
emergieron para amarme.
PARTE TRES : HACIA LA VIDA ETERNA
NOGALIA, AMOR, MÁS ALLÁ
DE LA MUERTE
Para Albert Zavaleta y Mabel Paredes
Nogalia, amor,
si tus ojos murieran,
yo volvería a congregarme
en la tristeza de la tierra.
Y confundido en la pobreza de los cienos,
y el olvido de la arena,
moriría, una vez más, amor,
para que tú vivieras.
Para que tú viveras,
Nogalia, amor, yo volvería,
a circundar sobre tus oleos cenicientos
las oréades cerezas que preludian el día.
Y tus senos de amapola,
como féculas sagradas
de mi corazón, emergerían.
Translúcida mies de mi Alma
consumaría en tus ojos,
dos estuarios eviternos
de albor y melancolía.
Así, anidando entre mi Ser,
tu nacimiento, volverías.
Reconciliada en las minúsculas esencias
que de tu alma aún subsistieran.
.
Eternizada en el oleaje del amor
y el defluir de los días.
Conviviendo, bajo mi carne, con mi Alma,
como si aún vivieras.
Desde el regazo de la muerte,
morena, amor, te escindiría,
en un afloramiento luminoso y eterno
bajo la unción estival de mis orillas.
Y serías para el mundo como dorada
simiente de iridiscencias elíseas.
Manantiales inmiscibles,
desliados de mi voz efundirían
toda delicia semoviente, en abenuz,
para tu sangre purísima.
Así sería, Yo, aquel que te esperó
sobre los vados más umbrosos
de la muerte infinita.
Y recobró tu cuerpo, ya extinguido,
de los estuarios inasibles de la sombra.
Aquel que desafió, con el oprobio de su sangre,
el destino inexorable que hacia la muerte te uncía.
Y vislumbró tu corazón enajenado en los Estigios del vacío,
cuyas tinieblas de dolor, jamás le nombran.
Porque ni antes,
ni después de la muerte,
dejaste de ser mía.
Bastaría tan solo mi Palabra
para infundir en ti la Vida.
Bastaría tan solo mi Aliento
para enhebrar tus ojos.
Bastaría tan solo mi Silencio
para cerrar tus heridas.
FRAGMENTO DE EL TROVADOR MENESTEROSO DE LA CALLE DEL ENCANTO (2019)
EL TROVADOR MENESTEROSO DE LA CALLE DEL ENCANTO (2019)
Fragmento
Autor: Fernando March
(Perú)
Nunca imaginó que acabaría así. Él, hermético vate provinciano, a quien un selecto
grupo de amigos y literatos desarraigados, en París anunciaban como “el mayor
poeta del infinito dolor humano”, ahora proscrito y desamparado de la única ciudad que había elegido, libremente, y por voluntad propia, para cimentar, en ella, los
aposentos perentorios de su idílico reposo, y su autoexilio definitivo.
Nunca, como entonces, abominó estar allí: sostenido fuertemente de las gélidas barandas, en la popa de un barco de carga—bamboleante—, en ruta forzosa y clandestina hacia Barcelona. Así, mientras depositaba su mirada, profunda e inconsolable,
sobre el desvaído puerto de Marsella—bajo las luces declinantes de la tarde— y percibía, con desolación, las estructuras corroídas de las dársenas de Arenc, Lazaret y
La Joliette; el Fort Saint –Jean: en la boca del vieux –port, el Palacio del Faro y la
suave cuesta del NotreDame de la Gard—con el antiguo puerto a sus pies—ignoraba, por completo, si aquella sería la última vez que tendría, ante sí, las apacibles cos
tas de Francia.
Por otro lado, algo le atormentaba, mucho más allá de aquella desapacible fuga, y era,
la irremediable realidad de que, esta vez, no volvía sólo (con el propósito de pasar un
agradable fin de semana o en un plan de excursión, temporal, con los amigos) sino que
en esta ocasión tendría que aferrarse, con dientes y uñas, a territorio español, por tiempo indefinido. Y eso venía a ser la consumación de un destino adverso que, él, había
procurado por todos los medios, en todos los tiempos y en todas las formas posibles,
olvidar y evadir.
Y no era para menos.
Los últimos meses del año 1930, en París, habían sido, para él, de una tribulación denigrante e inadmisible.
Desde hacía más de dos años, su persona, venía siendo reglada, con milimétrica precisión, por agentes encubiertos de la policía francesa. Estos habían sido estrictamente
comisionados, por la prefectura de París, para inmiscuirse, sin remordimientos, ni cortedades, en los asuntos principales y, aún, triviales de numerosos comunistas exiliados,
que pudieran considerarse altamente peligrosos para la seguridad del Estado y el mantenimiento del orden político y social de Francia.
Su dossier o expediente (entre los muchos que se apilaban en las lúgubres oficinas de
la 36 Quai des Orfévres) era—por obra y gracia de aquellos agentes esmerados— de
un volumen considerable. Llegando a sobrepasar a todos los allí existentes con el nada
despreciable espesor de casi dos codos de alto.
Los comisionados principales: Gardnier y Mignard, acopiaban, con avidez de naturalistas enajenados, una serie de datos y conclusiones de pesquisas, sobre diversas actividades periodísticas, literarias, proselitistas y, aún, de los pormenores, nada gratifican-
tes, ni significativos de su atormentada vida privada.
El acoso sistemático se había hecho efectivo, muy poco tiempo después, de su primer
viaje a Rusia. Y ya, para finales del segundo, hasta las brigadas móviles le seguían los
pasos.
No era de extrañar que para el desenlace final (con los lamentables sucesos de Quai
de Orsay) ya toda su humana resistencia hubiera sido rebasada, quebrada y pisotea-
da, por la inaudita desfachatez de las autoridades parisinas y su enfermiza adicción a
querer saberlo todo, acerca de él.
Tales excesos de intromisión— en su pobre vida—sólo habían conseguido socavar, en
su profunda sensibilidad y en su amor, incondicional, por París, con una creciente y poderosa animadversión, por todo lo relacionado con las actividades impositivas de la policía francesa. Algo que, inevitablemente, para él (dado su carácter rencoroso) terminó
por extenderse a sus opiniones sobre la política francesa, sus conclusiones acerca del
pensamiento francés, sus apreciaciones acerca de la gente y la lengua francesa, y, finalmente, a su admiración por la mismísima ciudad de París. Ciudad que había sido,
para él, desde el principio, como el amor adoptivo de su vida y un auténtico faro de ilustración para su aplicada inteligencia. Un lugar ideal para la libertad creativa, el conciliábulo y la tolerancia entre las razas. El lugar elegido, por él, para olvidar—al menos por
un instante—todos aquellos vejámenes sufridos, en el seno de su propio país, bajo la
égida de ciertas mentes preclaras y prominentes; pero, a la vez, infinitamente denigran-
tes y egoístas, por sus irremediables prejuicios de casta.
Por todo ello, cuando encaró, públicamente, a los agentes Gardnier y Mignard, a la salida de la estación de Quai de Orsay, en presencia de cuatro camaradas del partido:
Bazán, Velásquez, Seoane y Tello (a los pocos minutos de ser intervenidos por los mencionados agentes, y cuando retornaban a despedir a dos correligionarios, que, llegados
de un congreso de Moscú, buscaban embarcarse, o hacia el puerto de El Havre, o al de
Burdeos, en la búsqueda de su destino final, que era el Perú),lo hizo con desencadena-
da violencia e inaudito rencor, que los llamó: “perros desgraciados” y “causantes de
la ruina de mi vida” y forcejeó con ellos e intentó golpearlos. Todo ello, porque tenía
la profunda convicción de que estaban cometiendo una intolerable injusticia y un vil a-
tropello a la humilde; pero inexorable dignidad de su persona.
Lamentable, para sus amigos y él: poeta andino, melancólico, peruano y exiliado, el sólo hecho de intentar golpear a dos agentes, comisionados por la inspectoría de Gobierno, en un país que no era el suyo, constituía un agravio aparatoso e intolerable en contra del propio estado francés, y vino a ser la gota que derramó el cáliz de la paciencia
de las autoridades parisinas que, en breve, se reunieron hay acordaron, unánimemente, elaborar y emitir un comunicado oficial que ordenaba su necesaria expulsión de París—y de todo el territorio francés—en un plazo no mayor de seis semanas, a partir de
la ratificación de dicho acuerdo.
Dicho decreto fue aprobado y emitido el día 2 de Diciembre de 1930, en la Prefectura
de París, ante la presencia y conformidad de Monsieur Jean Baptiste Pascal Chiappe;
Prefecto de la policía de la ciudad, en las postrimerías del gobierno de André Tardieu,
como Presidente del Consejo de Ministros y Ministro del Interior de Francia.
Tal documento no sería ratificado, sino hasta el día diecisiete, del mismo mes, durante
la crisis del gobierno y ante la presencia de Monsieur Teodore Steeg, nuevo Presidente
del Consejo. Es, a partir de este último acontecimiento, que a Velasquez, Bazán y al
humilde “poeta del infinito dolor humano” se les da casi seis semanas de plazo (has
ta el 29 de Enero, del año siguiente) para abandonar, limpiamente y sin estropicios el
país.
Pero eso no sería lo peor.
Unas veinticuatro después de emitido el decreto del desafuero, un destacamento inquisitivo, de la policía francesa, irrumpió, fríamente, en los aposentos apacibles del poeta,
en la Rue Moliere 19, portando una orden de cateo y requisitoria, expedidos por el Mi-
misterio del Interior—bajo la égida inexorable de André Tardieu—con el fin de “confiscar material subversivo y propaganda que alentara el anarquismo violentista y vandálico, así como la guerra popular, desaforada y sin restricciones”.
Sólo el realismo deliberado de su esposa y sus intuiciones (casi infalibles), salvaron,
parcialmente, la situación cuando esta procedió a embalar, en cuatro cartapacios negros, las principales obras del poeta: sus piezas de teatro (aún no estrenadas), sus poemas, inconclusos, y otros, completos; aún no editados, además de los borradores de
sus últimos proyectos literarios, y los enterró en distintos puntos de los bosques de Boulogne y Vincennes, hasta la ocasión más favorable para recuperarlos.
EL TROVADOR MENESTEROSO DE LA CALLE DEL ENCANTO
FERNANDO MARCH ( Perú)
EDITORIAL ANGELS FORTUNE 2019 BARCELONA – ESPAÑA.
SEGUNDO FINALISTA CONCURSO RELATO INTERNACIONAL
ANGELS FORTUNE 2019.
FRAGMENTO DE : CALETA PANTEÓN (2021)
Su abuelo había fraguado aquel documento lleno de mentiras para salvaguardarlo de una muerte instantánea; pero él, en estas tierras de falsa promisión había descubierto una forma lenta y denigrante de llegar a lo mismo. Luego de enterrar por completo al muchacho masacrado miró lo que quedaba de su bolsita azul y se sintió aliviado: tres cigarrillos húmedos y el origami del fénix. Todo lo demás lo enterró con el que ahora era
“Li You”. Avanzó feliz al encuentro de su anonimato. Libre y lleno del espíritu del origami que ahora estrujaba en sus manos. Estaba convencido que el “fénix” había liberado al muchacho muerto de todo sufrimiento en esta tierra. El origami encierra no solo una porción de la vida del universo sino la vida propia de aquel que la forja con sus propias manos. Encierra el ciclo de su alma y le preserva de los lazos de ficción que esclavizan la voluntad del hombre a las necesidades opresivas del mundo. Sin duda así había sido.
Pese a encontrarse casi destrozado, en su rostro y en su carne, aquel muchacho no se había quejado ni lanzado el más mínimo grito de dolor o estremecimiento. Y era porque antes de ser masacrado de la forma tan atroz, como lo fue, ya en sí mismo, había logrado traspasar la esencia de su alma al origami, que le acompañó, hasta su última morada.
Logró salir como “fénix” de este mundo y surcar el puente de jade para llegar a 天公,Tiān Gōng.
Ahora le tocaba a él desliarse de los lazos de este mundo que lo mantenían atado por el dolor, el frío atroz y la desesperación. Sabía que no saldría vivo de aquella noche de gélida ventisca y de mar estruendoso y azotante que sofocaba la isla. La voz de aquel pobre infeliz, como él, que le sujetó por un instante ya le había advertido lo que le pasaría, sin decírselo del todo :
–––––––¡佢哋會分開你嘅! ¡島上嘅寒冷會殺咗你…(13)(el frío de la isla te matará)
Ahora, no muy lejos de allí, buscó su propio refugio entre las arenas, para lograr el descanso que merecía su doliente y desahuciada humanidad.
Fue destapando la tierra con sus manos ateridas, en aquella oscuridad llena de trombas acezantes y espumas de mar, embravecido. Al fin, logró hacerse un espacio entre la arena, aún caliente, por dentro, y se fue enterrando a sí mismo para guarecerse del frío letal. Ya no pensaba en aquella tierra donde iba a dejar su cuerpo, sino en “su tierra”: los montes de Longshen, con sus terrazas suculentas y escalonadas. El fango, en el cual metía los pies y sembraba la semilla. Los matorrales tupidos que se remontaban por encima del nivel del agua. La fase del transplante y luego las terrazas espejeantes con las primeras espigas doradas que se asomaban al final.
Allí, donde iría ahora convertido en un enorme y feliz vertebrado inferior. Listo para retozar bajo la turquesa y la luz de aquel cielo limpio y generoso que le vio nacer, y al que jamás dejaría de volver, por mucho que su mal destino lo impidiera; por mucho que la distancia enorme lo impidiera; aún sin llevar aquel cuerpo famélico y aterido que abandonaba, al fin, a los vientos gélidos y los oleajes inmisericordes que, un día, le vieron sufrir...
MARINA DE GUERRA DEL PERÚ. Callao, Marzo 2004 :
El Comité de Investigación de Historia y Arqueología Marítima anuncia que en los últimos tres meses se han realizado
excavaciones arqueológicas en la Isla San Lorenzo y como resultado de ello se halló lo siguiente:
1.Entierro de Li You : Extremo NO del corte 2 del panteón. Bolsa azul de lino con numerosos utensilios y una hoja del contrato realizado con el señor Domingo Elías. En dicha hoja figura el nombre del ciudadano chino Li You.
2.Entierro XVII del Panteón: Superficial, sin ataúd. Cuerpo a escasos 0,15 metros de profundidad. Aproximadamente de
25 a 30 años. En la parte interna del saco se encontró un bolsillo que contenía tres cigarrillos y un origami representando un sapo.
CIUDAD COLOMA (2021)
FRAGMENTOS DE PAEJÚ
MENCIÓN HONROSA HUAUCO DE ORO 2024
Paejú sufrió aquella noche los dolores desgarradores de la tentación carnal. Al no poder tomar aquel cuerpo voluptuoso que se le ofrecía a voluntad. Sabía qué, de hacerlo, los espíritus tutelares le quitarían su iluminación y su capacidad de rastreo sería débil, y eso lo llevaría a la tumba, antes de poder encontrar a sus presas.
Presintiendo que era el momento justo para iniciar su cacería, aquella madrugada tomó sus armas: un filoso machete, cuatro galones de gasolina de 95 octanos sin plomo y partió en su lancha con motor fuera de borda. Antes de partir, y viendo a la shuára desplomada sobre los tablones del piso, llorando, por la humillación que significaba, para ella, el no ser tomada como concubina, le prometió que, de regresar vivo de aquella aventura, no sólo la tomaría por mujer sino que se haría cargo de su hermanito, como si fuese hijo suyo.
—¡Traeré algo para que juegue el niño le dijo al salir.
¡Que Tsúgki te ampare! respondió ella.
Ahora se hallaba sobre la lancha, remontando un tramo denso, oscuro y veleidoso de la corriente del río Cenepa. La vegetación profusa, el viento cálido y húmedo; la espuma vertiéndose a los costados de la lancha, mientras él iba olfateando la ubicación exacta de la draga. Al cabo de dieciocho horas de navegación, al fin, se acercó al lugar exacto que los espíritus le habían señalado.
Al descender a tierra, doce hombres fuertemente armados de machetes y escopetas lo esperaban. El líder de ellos, un sujeto cetrino y con un sombrero negro de gaucho, lo enfrentó:
¿A qué viniste, Paejú? ¿Venís a acabar como tu padre? ¿Venís por nuestras cabezas? luego sonrió. Te advierto que la mía lleva este sombrero indeleble!
Paejú midió la distancia exacta entre él y sus adversarios. Apretó fuerte el mango del machete y, sin misericordia, se lanzó sobre ellos. Los doce mineros desencadenaron toda su furia.
La selva se encendió en un vórtice de fuego, gritos y traqueteos interminables…
Al doceavo día de la partida de Paejú, una lancha carbonizada, y a la deriva, fue encontrada a las orillas de su aldea. Cuando los ápus vieron el interior encontraron dos sacos de papel de cemento, llenos y escritos con sangre: “Para la shuára. Para que juegue el niño”.
La mujer deja la cerámica que ha pintado. Levanta a su hijo. Alrededor de su cuello se ve un collar con doce cabecitas humanas reducidas. Una lleva sombrero de gaucho.
El niño, cada tarde, juega con ellas.
BIOGRAFÍA DE FERNANDO MARCH:
Escritor peruano fundador del del Big Bang Literario 2020 junto al poeta Alex Chang.
Escribió su primera obra teatral a los 14 años: El principio de una nueva vida (1984). Ha ganado dos veces consecutivas el Tagesschule de San Gerardo de Loja con sus obras de micro teatro: Desahuciado (2016) e Impudicias Virtuales (2017). Fue segundo finalista en el concurso de relato corto de la EDITORIAL ANGELS FORTUNE (Barcelona, España) y publicó en Europa: El trovador menesteroso de la calle del Encanto (2019). Finalista del concurso de cuento Corto, auspiciado por la Asociación Peruana China y Revista Integración, con su relato: Caleta Panteón (2021).
En 2023 publicó en España su poemario ontológico y mitológico Nogalia.Su relato Humantay (2022) forma parte de una antología de cuentos del Taller de Cronwell Jara, editado por PETROPERÚ con el título de Técnicas y sentimientos.
En 2024 su relato ecológico de resistencia de la comunidad jíbara PAEJÚ obtuvo la Segunda Mención Honrosa en el Concurso de Relato y Poesía Huauco de Oro 2024.
Escribe artículos para la revista Kametsa (Perú) y DE LA TRIPA (MÉXICO)
Actualmente prepara su primera novela. Es parte del staff del programa de promoción cultural y literaria en Cruzada Cultural de Alex J. Chang.
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